De fotografía, haikus y de mí misma.

Obtener la esencia de una escena, de un instante. Abstraer lo bello, lo emotivo, y plasmarlo con las herramientas con las que el arte cuenta.
La fotografía lo hace con la luz, la composición, el color. Con lo que el momento nos permita.
El haiku lo hace con palabras. Con lo que sus 17 moras nos permitan.

Esta similitud, esta limitación fue lo que me llevó a aunar el mundo de la fotografía, que es mi hogar, con el del haiku, territorio inexplorado. A intentarlo, al menos.

Es todo un reto conseguir que una imagen valga tanto como mucho menos de mil palabras.

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