Siempre en lucha
contra las tempestades.
Siempre a flote.
Sube la cuesta
que va al cementerio.
Ella le espera.
Sólo dos manos
no eran suficientes
para cuidarte.
Yeso y arcilla
colorean mi pueblo
de rojo y blanco.
Agradecida,
le regaló a la lluvia
su rojo beso.
Fuera hay tormenta.
Solo aquí, en mi mundo,
la lluvia es luz.
Acurrucada,
esperaba el verano
pacientemente.
Tras la batalla
descansaba el guerrero.
Anhelada paz.
Sin esperanza,
el verde no consiguió
cruzar sus puertas.
Mi mano se heló,
bajo su frío tacto,
ante tu puerta.
Tendió su mano,
solícita y amable.
Nadie la tomó.
Domingo de paz,
tarde de total calma.
Hoy, nada pasó.